150 AÑOS DEL DECANO DE LA PRENSA ARGENTINA Y UN OLVIDO INSULTANTE



Nobel Clemar Passaglia
El diario La Capital cumplió 150 años. Lo distinguieron en el Senado con el premio "Senador Domingo Faustino Sarmiento". Muy bien. Merecido reconocimiento para el diario más antiguo del país. Pero, curiosamente, ni un solo descendiente de su fundador, Ovidio Lagos (y a la sazón la familia que sostuvo el diario durante más de un siglo, contra viento y marea, sin que haya dejado de salir un solo día), fue invitado al acto en el que sí anduvieron pavoneándose y anchando sonrisas para la foto histórica muchos de los que en otros tiempos se cansaron de ningunear al diario por el que hoy se deshacen en loas con tal de ligar algunas líneas que los hagan figurar en los archivos de la historia.

Algunos de esos personajes, la mayoría políticos prendidos en escaños del Congreso por obra y gracia de la boleta sábana o acomodados en cargos nacionales por canjes de antiguas facturas vencidas, hablaban pestes del diario porque no pateaba para el arco que ellos querían. Otros, entre ellos un ex ministro del Interior devenido en empresario de medios vaya a saber por qué designios del destino y sus socios de indescifrable origen, porque se querían quedar con el matutino rosarino, aprovechando su mala situación financiera y haciendo cuanta maniobra tuvieran a tiro para lograrlo. Y de hecho lo consiguieron. Eso sí: pagando tarde, mal o nunca lo que debían por la ¿compra? a sus legítimos dueños, la familia Lagos (los periodistas veteranos que alguna vez escribimos para La Capital y conocemos bien el paño del periodismo rosarino, sabemos bien de qué van esos asuntos y quién es quién en estas costas litoraleñas).

Hoy, homenajes aparte, el diario que tuvo entre sus filas a escribas de la talla de José Hernández, entre otros grandes de la pluma nacional, da lástima. Y da lástima decirlo. En manos de quienes lo único que tienen como objetivo desde hace dos décadas es hacer política dineraria o dinero politiquero (de algún modo hay que decirlo), sin que les importe un bledo la precisión en la información, el profesionalismo y la rigurosidad en su tratamiento, la calidad en la redacción y otros tantos factores que hacen a la presencia de un diario de la importancia de La Capital, el prestigio del Decano de la Prensa argentina está quedando cada vez más raquítico. En lo único que han crecido las páginas del Decano, obligado es decirlo, es en faltas de ortografía, en horrores sintácticos, en obscenidades varias y en desvergüenza para copiar notas de otros diarios, como si el lector fuera idiota y no se diera cuenta del "cuatrereo informativo".

Sí, 150 años. El diario más antiguo del país. 150 años de un diario que durante todo el siglo XX fue parte de la vida diaria de los rosarinos. Casi una religión su lectura en las mañanas familiares, en las mesas de los bares, en el viaje en colectivo, en el escritorio de la oficina y hasta en la sacristía de una parroquia. 150 años de un diario que, merecidamente homenajeado en el Congreso por su aporte a la prensa nacional, viene cayendo en picada día tras día.

Hoy, el Decano de la Prensa argentina, tanto en su edición papel (por cierto cada vez más ausente en la mesa de los bares y casi inexistente en las mañanas familiares) como en su edición web (más clickeada por inercia que por interés informativo), son un constante objeto de cuestionamiento, cuando no de burla, entre sus lectores por la paupérrima gramática, la falta de profesionalismo en el tratamiento informativo y un cada vez mayor desprecio por la inteligencia del lector, cada día más y más alejado del que alguna vez fuera "su diario de cabecera".

Justo reconocimiento en el Congreso. Merecido premio. Pero las cosas como son.

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