REDES CLOACALES

La red del pajarito, la del libro de caras, da igual. Darle con los pulgares a la pantallita táctil del último smartphone o al teclado de la descangallada PC con todos los dedos (en mi caso, sólo con los índices, como la mayoría de los periodistas de diario, aunque muchos no lo confiesen por miedo al coscorrón viajando en el tiempo de su primera profesora de dactilografía), da lo mismo a la hora de "redsocializar" (que parece ser a toda hora y en cualquier lugar, sin importar lo maleducado que resulte). Con horrores de ortografía o con la calidad literaria de Cortázar, todos usamos las redes sociales para un mismo fin: decir lo que se nos cante, afinemos o no. Y eso es maravilloso.

Pero, vamos, que últimamente las redes sociales se han convertido en un tablón de barrabravas donde un montón de imbéciles, con una impunidad que es para darles de comer aparte, insultan, amenazan, incitan al odio, enaltecen el terrorismo, humillan a sus victimas, descalifican a todo el que no piense como ellos, con un grado de violencia que asusta. 

Y aquí viene la parte en la que entra el infaltable defensor de imbéciles y dice, con tono imperativo: "¡La libertad de expresión es un derecho inalienable!". Chocolate por la noticia. Como si yo, que soy periodista y vivo de ella, no lo supiera. 

Pero, defensor de imbéciles aparte, vayamos al meollo del asunto: ¿Dan las redes sociales -como afirmara el brillante Umberto Eco- el derecho de hablar a legiones de idiotas? ¿Se amparan esas legiones de idiotas en el vacío legal que hay en las redes sociales para insultar y amenazar a pata suelta, sin que ningún juez los invite amablemente a acercarse a su juzgado para avisarles que la injuria, la calumnia, la incitación al odio, son delitos y por lo tanto se los agasajará con el debido proceso? 

Las respuestas están a un par de toques de pulgar. Basta con entrar a la red del pajarito, donde cualquiera se pone un nick de Superman o Doña Jovita y se manda, como si nada, un insulto con kryptonita o una calumnia con peperina, para confirmar lo que aquí les canto. 

Y aunque la red del libro de caras y vanidades explícitas presenta más limitaciones que la del pájaro azul para el cobarde digital, porque al menos la de Mark Zuckerberg obliga a poner un poco más la face, tampoco le anda muy lejos en materia de deshechos humanos como los tuiteros de la foto. 

Con todo, y a la luz de hashtags, trending topics, followears y otras anglopavadas por el estilo, está claro que entre las redes sociales y las redes cloacales no hay mucha diferencia. Quizá hasta haya alguna ventaja a favor de las cloacas, porque al menos en éstas uno siempre sabe con qué se va a encontrar.